6 de enero de 2018


Epifanía del Señor (S)

Sobre ti brillará el Señor

PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del profeta Isaías    60, 1-6

¡Levántate, resplandece, porque llega tu luz y la gloria del Señor brilla sobre ti! Porque las tinieblas cubren la tierra y una densa oscuridad, a las naciones, pero sobre ti brillará el Señor y su gloria aparecerá sobre ti.
Las naciones caminarán a tu luz y los reyes, al esplendor de tu aurora.
Mira a tu alrededor y observa: todos se han reunido y vienen hacia ti; tus hijos llegan desde lejos y tus hijas son llevadas en brazos.
Al ver esto, estarás radiante, palpitará y se ensanchará tu corazón, porque se volcarán sobre ti los tesoros del mar y las riquezas de las naciones
llegarán hasta ti. Te cubrirá una multitud de camellos, de dromedarios de Madián y de Efá. Todos ellos vendrán desde Sabá, trayendo oro e incienso, y pregonarán las alabanzas del Señor. 
Palabra de Dios.

SALMO Sal 71, 1-2. 7-8. 10-11. 12-13 (R.: cf.11) 
R.    Que se postren ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.

Concede, Señor, tu justicia al rey
y tu rectitud al descendiente de reyes,
para que gobierne a tu pueblo con justicia
y a tus pobres con rectitud. R.

Que en sus días florezca la justicia
y abunde la paz, mientras dure la luna;
que domine de un mar hasta el otro,
y desde el Río hasta los confines de la tierra. R.

Que los reyes de Tarsis y de las costas lejanas
le paguen tributo.
Que los reyes de Arabia y de Sebá
le traigan regalos;
que todos los reyes le rindan homenaje
y lo sirvan todas las naciones. R.

Porque él librará al pobre que suplica
y al humilde que está desamparado.
Tendrá compasión del débil y del pobre,
y salvará la vida de los indigentes. R.

SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Efeso    3, 2-6

Hermanos:
Seguramente habrán oído hablar de la gracia de Dios, que me ha sido dispensada en beneficio de ustedes.
Fue por medio de una revelación como se me dio a conocer este misterio, tal como acabo de exponérselo en pocas palabras. Al leerlas, se darán cuenta de la comprensión que tengo del misterio de Cristo, que no fue manifestado a las generaciones pasadas, pero que ahora ha sido revelado por medio del Espíritu a sus santos apóstoles y profetas.
Este misterio consiste en que también los paganos participan de una misma herencia, son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio. 
Palabra de Dios.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Mateo    2, 1-12

Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: « ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo.»
Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. «En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel.»
Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: «Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje.»
Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino. 
Palabra del Señor.

Para reflexionar 

Israel vuelve del exilio babilónico. En ese momento difícil Isaías quiere dar confianza a su pueblo. “La luz del Señor, su gloria se cierne sobre ti”. Pero a la ciudad de salvación son llamados, no sólo los judíos, sino también los pueblos paganos: vendrán en grandes caravanas las tribus de regiones lejanas. El profeta describe así, poéticamente, la universalidad de la salvación.
Ni el pueblo judío, ni ningún otro tienen el monopolio de la salvación. Con esta perspectiva de redención universal, Pablo se presenta como “distribuidor de la gracia de Dios”, sobre todo entre aquellos que no pertenecen al pueblo de la Alianza. Pone en práctica el misterio que le fue revelado por el Espíritu: “que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa en Jesucristo, por el Evangelio”.
Jesús se manifiesta como Salvador del mundo pagano, encarnado en esos magos del Oriente, y en ellos a todos los pueblos. La apertura y docilidad de estos hombres, a las inspiraciones y manifestación del Mesías, se contraponen a la dureza y la oposición de los representantes del mundo judío.
Jesús no es el Salvador de un solo pueblo. Su misión redentora es universal. El es la luz que vio el profeta Isaías que “ilumina a todos los pueblos”. Los gentiles representados en los “magos de Oriente”, tras preguntar, caminar, superar la contradicción, en una perseverancia ejemplar, encuentran al “niño, con María su Madre”. Y gozosamente lo aceptan, lo adoran, y ofrecen sus dones de oro, incienso y mirra.
***
La fe de estos hombres que nos presenta el evangelio sigue un itinerario: descubrir la estrella, dejarse iluminar, ser obedientes a la llamada sin desfallecer, informarse, buscar, preguntar, encontrar, caer de rodillas y adorar. Es el símbolo del itinerario de fe de todo hombre que se abre a ella.
Lo que ocurre en el evangelio de hoy, también ocurre en el itinerario de la fe de los creyentes de nuestros días: el amigo o familiar creyente, el sacerdote, la lectura del evangelio, la devoción a María, alguna actividad de la Iglesia; se hacen estrella que nos iluminan en un momento determinado y nos conducen al encuentro con Jesús. Después estará nuestra decisión personal ante la gracia que Dios nos ofrece.
Cuando esta decisión se asume desde la libertad y el amor, nos libera, nos compromete a una tarea de transformación en el mundo.
La fe es la luz por la que reconocemos a Dios. Es una estrella que nos lleva a Cristo. Es un don de Dios, no una propiedad nuestra; es una iluminación, no es esclavitud, ni carga sino fuente de libertad y de vida plena.
La luz de la fe es algo que puede y debe ser compartido. Así como necesitamos el testimonio de otros, que se hacen estrella en el itinerario de nuestro caminar; también nosotros estamos llamados a “dar testimonio de la luz”. El testimonio de una vida buena, de una fe viva, se hace mucho más eficaz que todo un torrente de palabras. Ese es el mensaje de la estrella de epifanía.
Porque la fe es una luz que guía para andar, no para quedarnos parados. Guía para  aventurarnos con plena confianza, aunque no siempre con plena claridad, día tras día, año tras año por este largo y a menudo  difícil camino que es nuestra vida. Un  camino que es de continua búsqueda por conocer mejor a Dios y por amar más al hermano.
Los hombres vivimos como deslumbrados ante el mundo y las estrellas fugaces que va apareciendo y cegándonos en el esfuerzo de tener una mirada que trascienda lo que aparece. Bajo las estrellas que brillan en el mundo tecnificado y glamoroso, hay que buscar un signo más profundo y más humanizador. Si investigamos, si buscamos, si no desfallecemos, encontraremos al final la llamada de Dios, la llamada de la fe que nos conduce al Dios hecho hombre, al Mesías Salvador de todos los hombres.
La Iglesia tiene hoy la misión de ser “epifanía” de Cristo en este mundo. Como comunidad y cada uno de nosotros podremos ser epifanía si por nuestras palabras y obras somos signos de comunión, de paz, de justicia y liberación.
Somos luz y epifanía cuando individual y grupalmente, orientamos, abrimos y marcamos caminos nuevos, en la realización de un mundo según el querer de Dios, que tiene en cuenta a todos. Somos epifanía cuando conducidos por el espíritu, tenemos el valor y el coraje inusitado de animarnos a lo bueno y a lo justo, en medio de un mundo que vive claudicando. Somos epifanía y profetas de luz que guían los pasos del pueblo, cuando somos capaces de poner nuestra vida al servicio de la humanidad.
Somos epifanía cuando defendemos el derecho de los más débiles aunque no estemos contados entre ellos. Somos epifanía en la vida cuando infundimos confianza y esperanza, y podemos decir que hemos iluminado cuando prestamos atención, nos fijamos en los otros y los aceptamos como son; cuando escuchamos con hondura y verdad, no para responder ni dar soluciones prefabricadas; cuando amamos y nos identificamos con los otros; cuando tratamos a los demás como personas y no como instrumentos a utilizar. Somos epifanía de Dios cuando lo reconocemos por la adoración sencilla, fiel y contagiosa.
Somos epifanía cuando soportamos y no bajamos los brazos ante las pruebas, las purificaciones, las oscuridades, las dificultades; y hasta los pecados. Hay testimonio de luz cuando en el encuentro con el Señor, nos dejamos iluminar y transfigurar.
Esta es nuestra misión, aunque sabemos que no se vive siempre en plenitud. Esto no nos debe hacer caer en el derrotismo, que nos hace pensar que no sirve nada de lo que se ha hecho o se hace. La perfección se alcanzará sólo en el último día. Pero esa meta debe alentar nuestro esfuerzo sin interrupción. El camino de transformación y compromiso de la Iglesia tiene la vertiente personal por la cual, cada uno como cristiano y miembro consciente de la Iglesia, se esfuerza para ser “señal” más íntegra y transparente de Cristo.

Para discernir 

¿Nuestra actividad eclesial nos hace luz en el mundo de hoy?
¿Manifestamos a Cristo o lo ocultamos?
¿Somos libres por la fe y liberadores de las distintas realidades?

Repitamos a lo largo de este día

…Jesús, Luz para alumbrar a las naciones…

Para la lectura espiritual 

«Cristo es nuestra paz…de los dos pueblos (Israel y gentiles) hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad (Ef. 2,14)

…”En los hombres reunidos en torno al pesebre tenemos una imagen de la Iglesia y de su desarrollo. Los representantes de la antigua dinastía real, a la cual le había sido prometido el Salvador del mundo, y los representantes del pueblo creyente constituyen el lazo de unión entre la Antigua y la Nueva Alianza. Los Reyes del lejano Oriente representan a los gentiles, a los que desde Judea les llegó la salvación. Así tenemos aquí «la Iglesia de los judíos y de los gentiles.» Los magos son ante el pesebre los representantes de todos los que buscan. La gracia los había conducido, si bien no pertenecían aún a la Iglesia visible.
En ellos vivía un deseo puro de alcanzar la verdad que no se deja contener en las fronteras de las doctrinas y tradiciones particulares. Puesto que Dios es la verdad y quiere dejarse encontrar por todos aquellos que le buscan de todo corazón, tarde o temprano tenía que iluminar la estrella a esos sabios para indicarles el camino de la verdad. Y así se presentan ante la verdad encarnada, se postran ante ella en profunda adoración y depositan sus coronas a sus pies, pues todos los tesoros del mundo no son más que polvo en comparación con ella”….

Santa Teresa Benedicta (Edith Stein) l891-l942,
carmelita descalza, doctora de la Iglesia y co-patrona de Europa
Vida escondida y Epifanía; trad. Monte Carmelo 1998, Burgos


Para rezar 

Te bendecimos, Dios nuestro Padre,
por la estrella que has revelado a los Magos,
y por la luz de la fe que has reavivado en nuestro corazón.
Te bendecimos Señor, eternamente,
por la alegría con que nos has colmado
de encontrar al Niño con María su Madre,
y por la alegría que nos das
de encontrarte en medio de nuestros hermanos.
Te bendecimos, Dios nuestro Padre,
por las ofrendas que tu bondad ha aceptado
de los reyes de oriente,
y por la ofrenda de nuestro amor que aceptas,
a pesar de ser pobre y muchas veces inútil.
Te bendecimos, Dios nuestro Padre,
por la herencia que has preparado a tu pueblo Israel,
y por la gracia de hacernos participar de ella.
Te bendecimos, Dios nuestro Padre
porque en nuestras almas,
has encendido la estrella de la fe.
Guarda en nosotros su luz hasta el día en que,
en nuestro corazón, se levantará la Estrella de la mañana,
Cristo Jesús, tu Hijo, nuestro Salvador y hermano. 

Santos Benetti
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Te invitamos a dejarnos tus comentarios, sugerencias u observaciones. Gracias por hacerlo.