28 de enero de 2018


…Tiene autoridad…

PRIMERA LECTURA
Lectura del Libro del Deuteronomio 18,15-20

Habló Moisés al pueblo diciendo: El Señor, tu Dios, te suscitará un profeta como yo, de entre tus hermanos. A él le escucharéis. Es lo que pediste al Señor, tu Dios, en el Horeb, el día de la asamblea: «No quiero volver a escuchar la voz del Señor, mi Dios, ni quiero ver más ese terrible incendio; no quiero morir.»
El Señor me respondió: «Tienen razón; suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca y les dirá lo que yo le mande. A quien no escuche las palabras que pronuncie en mi nombre, yo le pediré cuentas. Y el profeta que tenga la arrogancia de decir en mi nombre lo que yo no le haya mandado, o hable en nombre de dioses extranjeros, es reo de muerte.» 

SALMO Sal 94,1-2. 6-7. 8-9 
R: Ojalá escuchéis hoy su voz,
    no endurezcáis vuestros corazones.

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos en su presencia dándole gracias,
vitoreándole al son de instrumentos.

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto:
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.»

SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo
a los Corintios 7,32-35

Hermanos:
Quiero que os ahorréis preocupaciones: el célibe se preocupa de los asuntos del Señor, buscando contentar al Señor; en cambio, el casado se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su mujer, y anda dividido.
Lo mismo, la mujer sin marido y la soltera se preocupan de los asuntos del Señor, consagrándose a ellos en cuerpo y alma; en cambio, la casada se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su marido.
Os digo todo esto para vuestro bien, no para poneros una trampa, sino para induciros a una cosa noble y al trato con el Señor sin preocupaciones. 
Palabra de Dios

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 1, 21 – 28

Llegó Jesús a Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su enseñanza, porque no enseñaba como los letrados, sino con autoridad.
Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar:
-¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: El Santo de Dios.
Jesús lo increpó:
-Cállate y sal de él.
El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos:
-¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y lo obedecen.
Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea. 
Palabra del Señor

Para reflexionar

El pueblo reclamaba un hombre que pudiera hacer de intermediario entre él y el Señor. Moisés se muestra a sí mismo como modelo del profeta enviado por el Señor. En el Horeb recibió Moisés la promesa como el profeta que habría de venir. Moisés es el primero que hará de intermediario. Este profeta es elegido de entre sus hermanos. La elección la hace Dios, no el pueblo. Es Dios quien guía a su pueblo y, por lo tanto, quien escoge sus enviados muchas veces de modo desconcertante.
***
En la lectura de hoy, san Pablo se centra más en una visión escatológica de la vida del cristiano. Desearía ver a los cristianos verdaderamente liberados, no con una liberación egoísta sino con una liberación que permita una unión más directa y más constante con Dios, y que favorezca el servicio a los demás.
Los corintios habían heredado de su propia filosofía el dualismo según el cual la materia es mala y el cuerpo es como un sepulcro del alma por lo cual no merece más que desprecio. De este principio unos vivían en el libertinaje, dado que el cuerpo no podía contaminar al alma y otros se iban hasta el extremo opuesto considerando malas las relaciones conyugales dentro del matrimonio. Pablo pone las cosas en su lugar. El matrimonio es santo y debe ser santificado moralmente. Sin embargo, el matrimonio no es el único estado de vida posible, sino que, a la luz de las enseñanzas de Cristo, existen otros valores como lo es la virginidad consagrada como signo del reino de los cielos.
***
En la Palestina de la época de Jesús había sinagogas no sólo en los centros importantes sino también en los pueblos y en las aldeas. Allí acudían los israelitas para la oración y para la lectura y la explicación de la ley. Cualquiera de los participantes podía ser invitado a dirigir la palabra a los demás o podía pedir la palabra para intervenir.
En la sinagoga de Cafarnaúm Jesús toma la palabra para enseñar. No interpreta los mandamientos, ni expone las verdades de la Escritura, ni realiza sentencias avalado por los textos sagrados como lo hacían los escribas. El maestro de Nazaret, por el contrario, se presenta como auténtico profeta, investido de un poder que le viene de Dios.
Él es el Hijo a quien el Padre le ha entregado todas las cosas y es consciente de que en él y en su mensaje la Ley y los Profetas adquieren plenitud de sentido.
La gente se maravillaba de cómo enseñaba porque no lo hace como los maestros de la ley, sino la autoridad del profeta prometido que anuncia que el reino de Dios está cerca, con la autoridad que brota de ser el “enviado” de Dios y de que su Palabra y su vida forman una unidad plena En Jesús no existía división entre lo que decía y lo que vivía. Probaba con sus obras sus palabras, vivía lo que enseñaba. Por eso los oyentes experimentaban la fuerza de Dios en sus palabras porque sus palabras brotaban de una experiencia profunda. Su enseñanza pone de manifiesto su persona y su calidad de enviado de lo alto.
No sólo predica la Buena Nueva de Dios, sino que es la Buena Nueva en acción La proclamación del reino de Dios lleva consigo no solo el anuncio de una liberación futura, sino que impulsa a Jesús a realizar obras liberadoras a favor del hombre.
El relato del exorcismo viene a confirmar su persona y su misión. En tiempos de Jesús era corriente pensar que los demonios estaban en el origen de cualquier enfermedad, especialmente en las diversas enfermedades mentales que por sus manifestaciones hacían pensar que el enfermo no era ya dueño de sí mismo. Se las consideraban con frecuencia como la personificación del mal. Jesús viene a liberar al hombre del pecado; pero también el mal físico, la enfermedad,
En este relato como en todos los exorcismos del evangelio de Marcos se respira un aire de lucha entre el “fuerte” (Satanás) y el “más fuerte” (Jesús). En aquel hombre Jesús descubre el signo de la presencia del adversario, del que divide, de aquel que impide el plan de Dios y que destruye al hombre, de aquel que se apropia de una criatura de Dios.
El evangelista llama a este adversario “espíritu inmundo” que en el sentido bíblico más amplio significa todo lo que no es apto para la más mínima relación con Dios, que es el absolutamente “puro” y “santo”.
Por eso es importante que este espíritu inmundo sea expulsado para que el hombre deje de ser un prisionero, un poseído, un dividido, y pueda encontrar la armonía, la unidad y la plenitud perdidas. Jesús descubre esta situación de posesión y se enfrenta a ella con autoridad. El proyecto de Jesús es todo lo contrario al de un hombre poseído. Por eso el diablo se rebela contra Jesús: “¿Qué quieres de nosotros? ¿Has venido a acabar con nosotros?”
La venida del Reino en Jesús se pone de manifiesto en la derrota del demonio. Jesús ha venido a liberar al hombre de toda esclavitud, a retornarlo a sí mismo, viene a ofrecer a todo el pueblo y a cada hombre la posibilidad de encontrarse con un Dios que no esclaviza, sino que libera.
El contenido “religioso” de todo el texto no se reduce a la existencia de los demonios, sino la necesidad de luchar, en nombre del Evangelio, contra todo aquello que oprime, que “posee” al hombre.
Lo fundamental del anuncio cristiano es que el demonio y las fuerzas del mal han sido vencidas y que, con Jesús, nosotros podemos hacer nuestra esa victoria.
Jesús se enfrenta con la mentira, con el egoísmo, con el mal, con el pecado. Nosotros tenemos que ubicarnos claramente de su lado. Tenemos que luchar contra el mal, esté donde esté: en nosotros mismos, en la sociedad, en la Iglesia.
Hoy es común no creer en el demonio, quizás como rechazo a ciertas espiritualidades que lo ven por todos lados. Ha habido un abuso grotesco de lo demoníaco a tal punto que pensar o hablar del demonio es entrar en el terreno de la ciencia ficción. La consecuencia más grave es que nuestra sociedad actual niega en la práctica la existencia del mal, niega la existencia de la línea que divide lo bueno de lo malo. Los demonios o espíritus inmundos no son seres raros o monstruosos que ultrajan y golpean a las personas; son situaciones internas o externas que desintegran al ser humano.
Es demoniaca la ambición de poder y de dinero, la manipulación política y las desigualdades económicas, las opresiones de unos hombres y de unos pueblos por otros, la violencia institucionalizada, la carrera armamentista, la irresponsabilidad ecológica, la idolatría y degradación del sexo, las envidias, los rencores e incomprensiones a todos los niveles, las drogas.
El demonio realiza bien su trabajo cuando se cree que la vida no tiene sentido, que todo es malo, que no hay nada que hacer; o se cree que el mundo es un paraíso y que se puede ser feliz sin el esfuerzo cotidiano, que la vida cristiana puede existir al margen del amor, de la cruz y de los hermanos.
Seguir a Jesús tiene que ayudarnos a identificar los malos espíritus que habitan y dañan la vida personal o social. Jesús tuvo y sigue teniendo autoridad. Con la presencia de Jesús los malos espíritus quedan al descubierto y se hace visible lo que degrada al hombre y destruye el mundo.
Nuestra misión como Iglesia, prolongando la misión de Jesús, es también liberar a los hombres, ayudarlos a ser libres.
La comunidad cristiana debe ser el lugar donde se proclama el evangelio como una novedad de vida; el lugar donde se lo vive hasta las últimas consecuencias. La comunidad cristiana debe ser el testimonio viviente de la presencia del reino que se opone y destruye de raíz toda forma destructora de la vida.
Esto será posible si nuestras palabras sólo tienen la fuerza de convicción que tenían las de Jesús si nacen de una verdadera experiencia de encuentro con su palabra y su fuerza salvadora, si hablamos de lo que realmente vivimos, si nuestras palabras van acompañadas por el testimonio de las obras.
El mundo espera de los discípulos de Jesús “maestros de vida”. Hombres y mujeres que enseñen el arte de abrir los ojos, maravillados por la vida, preguntándose con pasión y sencillez por el sentido último de todo.
Maestros que, con su testimonio personal, siembren esperanza, contagien vida y ayuden a dignificarla. Maestros que nunca dejan de ser discípulos, que entregan gratuitamente lo que gratuitamente recibieron.

Para discernir

¿Creemos en la fuerza de la Palabra de Dios?
¿Cuáles son los espíritus que nos guían?
¿Soy consciente de la presencia del mal?

Repitamos a lo largo de este día

…Señor, dame la verdadera libertad…

Para la lectura espiritual

«Este enseñar con autoridad es nuevo»

«El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió.» Es esta la manera de expresar su dolor: retorcerlo. El demonio, puesto que no había podido alterar el alma del hombre, ejerció su violencia sobre su cuerpo. Estas manifestaciones físicas eran, por otra parte, el único medio que tenía para dar a entender que iba a salir de aquel hombre. Al manifestar su presencia el espíritu puro, el impuro no puede hacer más que retirarse…
«Todos se preguntaron estupefactos: ‘¿Qué es esto?’». Fijémonos en los Hechos de los Apóstoles y en los signos que dieron los primeros profetas. ¿Qué dicen los magos del Faraón al ver los prodigios que hacía Moisés? «Es el dedo de Dios» (Ex 8,15). A pesar de ser Moisés quien los lleva a cabo, reconocen que hay un poder mayor. Más tarde los apóstoles obraron otros prodigios: «¡En el nombre de Jesús, levántate y camina!» (Hch 3,6); «Y Pablo, en el nombre de Jesucristo, ordenó al espíritu salir de aquella mujer» (Hch 16,18). Siempre se recurre al nombre de Jesús. Pero  aquí ¿qué es lo que él mismo dice? «Sal de él» sin precisar más. Es en su propio nombre que ordena al espíritu de salir. «Todos preguntaron estupefactos: ‘¿Qué es esto?  Este enseñar con autoridad es nuevo». La expulsión del demonio no era en sí mismo nada nuevo: los exorcistas de los hebreos lo hacían corrientemente. Pero ¿qué dice Jesús? ¿Cuál es esta enseñanza nueva? ¿Dónde está la novedad? La novedad reside en que Jesús manda a los espíritus impuros con autoridad propia. No cita a nadie: él mismo da la orden; no habla en nombre de otro sino en nombre de su propia autoridad. 
San Jerónimo. Comentario al evangelio de Marcos

Para rezar

Oración por la sanación interior

Padre de bondad, Padre de amor,
te bendigo, te alabo y te doy gracias
porque por amor nos diste a Jesús.

Gracias Padre porque a la luz de tu Espíritu
comprendemos que Jesús es la luz,
la verdad y el buen pastor,
que ha venido para que tengamos vida
y la tengamos en abundancia.
Hoy, Padre, me quiero presentar
delante de ti, como tu hijo.
Tú me conoces por mi nombre.
Pon tus ojos de Padre amoroso en mi vida.

Tú conoces mi corazón
y conoces las heridas de mi historia.

Tú conoces todo lo que he querido hacer
y no he hecho.
Conoces también lo que hice
o me hicieron lastimándome.
Tú conoces mis limitaciones,
errores y mi pecado.

Conoces los traumas
y complejos de mi vida.

Hoy, Padre,
te pido que por el amor
que le tienes a tu hijo Jesucristo,
derrames tu Santo Espíritu sobre mí,
Para que el calor de su amor sanador,
penetre en lo más íntimo de mi corazón.

Tú que sanas los corazones destrozados
y vendas las heridas,
sáname aquí y ahora de mi alma,
mi mente, mi memoria y todo mi interior.

Entra en mí, Señor Jesús,
como entraste en aquella casa
donde estaban tus discípulos
llenos de miedo.

Tú te apareciste en medio de ellos
y les dijiste:
“Paz a vosotros”.
Entra en mi corazón y dame tu paz.
Lléname de amor.
Sabemos que el amor echa fuera el temor.

Pasa por mi vida y sana mi corazón.
Sabemos, Señor Jesús,
que tú lo haces siempre que te lo pedimos,
y te lo estoy pidiendo con María, mi Madre,
la que estaba en las bodas de Caná
cuando no había vino
y tú respondiste a su deseo,
transformando el agua en vino.
Cambia mi corazón
y dame un corazón generoso,
un corazón afable,
un corazón bondadoso,
dame un corazón nuevo.

Haz brotar en mi
los frutos de tu presencia.
Dame el fruto de tu Espíritu
que es amor, paz, alegría.

Haz que venga sobre mí
el Espíritu de las bienaventuranzas,
para que pueda saborear
y buscar a Dios cada día
viviendo sin complejos ni traumas
junto a los demás,
junto a mi familia,
junto a mis hermanos.

Te doy gracias, Padre,
por lo que estás haciendo hoy en mi vida.
Te doy gracias de todo corazón
porque tú me sanas,
porque tú me liberas,
porque tu rompes las cadenas
y me das la libertad.

Gracias, Señor Jesús,
porque soy templo de tu Espíritu
y este templo no se puede destruir
porque es la casa de Dios.

Te doy gracias, Espíritu Santo,
por la fe.
Gracias por el amor que has puesto en mi corazón.
¡Qué grande eres, Señor Dios
Trino y Uno!
Bendito y alabado seas, Señor

                            Padre EmilianoTardif.



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