27 de enero de 2018


27 de enero de 2018 – TO - Sábado de la tercera semana

Hasta el viento y las aguas le obedecen

Lectura del segundo Libro de Samuel 12,1-7a.10-15a

El Señor envió a David al profeta Natán. El se presentó a David y le dijo:
«Había dos hombres en una misma ciudad, uno rico y el otro pobre. El rico tenía una enorme cantidad de ovejas y de bueyes. El pobre no tenía nada, fuera de una sola oveja pequeña que había comprado. La iba criando, y ella crecía junto a él y a sus hijos: comía de su pan, bebía de su copa y dormía en su regazo. ¡Era para él como una hija! Pero llegó un viajero a la casa del hombre rico, y este no quiso sacrificar un animal de su propio ganado para agasajar al huésped que había recibido. Tomó en cambio la oveja del hombre pobre, y se la preparó al que le había llegado de visita.»
David se enfureció contra aquel hombre y dijo a Natán: «¡Por la vida del Señor, el hombre que ha hecho eso merece la muerte! Pagará cuatro veces el valor de la oveja, por haber obrado así y no haber tenido compasión.»
Entonces Natán dijo a David: «¡Ese hombre eres tú! Así habla el Señor, el Dios de Israel: la espada nunca más se apartará de tu casa, ya que me has despreciado y has tomado por esposa a la mujer de Urías, el hitita.
Así habla el Señor: “Yo haré surgir de tu misma casa la desgracia contra ti. Arrebataré a tus mujeres ante tus propios ojos y se las daré a otro, que se acostará con ellas en pleno día. Porque tú has obrado ocultamente, pero yo lo haré delante de todo Israel y a la luz del sol.”»
David dijo a Natán: «¡He pecado contra el Señor!»
Natán le respondió: «El Señor, por su parte, ha borrado tu pecado: no morirás. No obstante, porque con esto has ultrajado gravemente al Señor, el niño que te ha nacido morirá sin remedio.» Y Natán se fue a su casa.
El Señor hirió al niño que la mujer de Urías había dado a David, y él cayó gravemente enfermo. David recurrió a Dios en favor del niño: ayunó rigurosamente, y cuando se retiraba por la noche, se acostaba en el suelo. Los ancianos de su casa le insistieron para que se levantara del suelo, pero él se negó y no quiso comer nada con ellos.
Palabra de Dios

SALMO Sal. 51 (50) 12-17 
R: Oh Dios, crea en mí un corazón puro.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti. R.

Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza. R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 4, 35-41

Al atardecer de aquel día, Jesús dijo a sus discípulos: «Crucemos a la otra orilla.» Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya.
Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. Lo despertaron y le dijeron: « ¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?»
Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: « ¡Silencio! ¡Cállate!» El viento se aplacó y sobrevino una gran calma. Después les dijo: « ¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?» 
Palabra del Señor.

Para reflexionar

El profeta Natán, que en otras ocasiones le transmite al rey palabras de bendición y promesas, ahora denuncia valientemente su pecado, con este expresivo relato del rico que le roba al pobre su única oveja.
Natán no condena desde el exterior. Cuenta una parábola y conduce al rey a que tome conciencia por sí mismo y a que sea él mismo quien aporte un juicio sobre su pecado.
David reacciona y reconoce su culpa, pidiendo perdón a Dios. La verdadera santidad de David es haber sabido reconocer su falta: “Oh Dios, crea en mí un corazón puro. Devuélveme la alegría de tu salvación”.
El Salmo 50, el «miserere», es la oración de un pecador que reconoce humildemente su culpa ante Dios y le pide un corazón nuevo. Este salmo resume la experiencia de debilidad y confianza en la misericordia de Dios.
También nosotros somos débiles. Podemos, humillar los derechos de los demás y tener un corazón complejo. Somos invitados a reaccionar como David.
***
El evangelio de Marcos ejemplifica el tema de la fe. Después de las parábolas, empieza aquí una serie de cuatro milagros de Jesús, para demostrar verdaderamente que el Reino de Dios ya ha llegado y está actuando. Estos milagros no fueron hechos en presencia de la muchedumbre, sino sólo ante los discípulos para educarlos en la fe.
Jesús deja la Galilea, donde desde ahora la gente lo acosa. Va con sus discípulos a la región pagana, de los Gerasenos, país de misión donde la Palabra de Dios no ha sonado todavía. Suben a la barca para pasar a la otra orilla y se desata la tormenta.
El mar es sinónimo, en la Biblia, del peligro y del lugar del maligno. Las olas se echaban sobre la barca, de tal modo que parecía hundirse y Jesús en la popa continúa durmiendo. Los discípulos reprochan a Jesús por su poco interés, y Él a su vez les reprocha su poca fe.
Ellos creían que estar con Jesús, los libraba de todo problema o calamidad. Este fue el momento del desencanto y de la provocación a la fe. Se dieron cuenta que aun junto a Jesús, las olas pueden ser muy fuertes y hacer estremecer la barca. Jesús los lleva a la aventura de poder enfrentarse a la vida con fe.
Cuando Marcos escribe este evangelio, la comunidad cristiana sabe mucho de persecuciones y de fatigas. A veces son dudas, otras miedo, o dificultades de fuera, crisis y tempestades que nos zarandean.
Frente a la realidad de la persecución y del miedo, el evangelista se sirve del testimonio de algunos creyentes que manifiestan que Jesús durante su vida histórica, en algún momento, se enfrentó con las fuerzas de la naturaleza cuando ellas eran incontrolables. Jesús se enfrenta a los poderes del mal, haciendo prevalecer la vida allí donde la muerte quiere imponer su dominio y su imperio.
Una tempestad es un buen símbolo de muchas crisis humanas, personales y sociales. Muchas veces experimentamos en nuestra vida, tanto en la personal como en la comunitaria y eclesial, la presencia tormentosa de acontecimientos o situaciones que nos llevan a remar contra fuertes corrientes, con la impresión de que todo parece que se hunde. Mientras Dios parece que duerme.
A los cristianos, no se nos ha prometido una travesía apacible en el mar de esta vida. La fe no es un depósito del que vamos sacando recetas para solucionar todos los males. La fe no nos libera de la dureza del camino, de la búsqueda compartida, del remar contra corriente, pero nos mantiene en la seguridad de que el Señor está con nosotros.
La fe es hoy una “reserva de confianza” en el mar embravecido de la vida. Cristo Jesús está presente en nuestra vida todos los días, como nos prometió, hasta el fin del mundo. Su Espíritu es el animador de la Iglesia y de la historia.
Cristo con su muerte y resurrección aparece como el vencedor del mal. Con Él nos ha llegado la salvación de Dios. La fe es despertar cotidianamente al Cristo que está durmiendo dentro de nosotros.
Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. A pesar de las dificultades, Dios jamás se ha olvidado de nosotros; Él va siempre como compañero de viaje en nuestra vida. Sin embargo Él no está con nosotros para suplir lo que a cada uno corresponde realizar. Cada uno de nosotros, debe aportar todo su esfuerzo, toda su vida, para construir un mundo que no se quede estancado en el egoísmo, ni se resigne con lo que ya logró; siempre será necesario ir más allá.
Los signos de su compañía y presencia serán el esfuerzo por hacer de este mundo un signo cada vez más claro del Reino de Dios, en que todos disfrutemos de la paz y vivamos la solidaridad, la comunión fraterna y la justicia auténtica.

Para discernir

¿Creemos también en tiempos de crisis?
¿Sentimos la ausencia de problemas como garantía de su cercanía?
¿Cuándo nuestros cálculos fallan, sentimos que Dios nos ha abandonado?

Repitamos a lo largo de este día

…Fortalece mi fe…

Para la lectura espiritual

…”El amor irradia, es el origen primero y siempre nuevo de todo vivir. Por amor hemos nacido; por amor vivimos; ser amados es alegría de la vida; no serlo y no ser capaz de amar es infinita tristeza.
La comunidad es la casa del amor: ella traduce, en el orden concreto de los días, la verdad de la historia del amor. No es una, sino muchas las gratuidades que se requieren para hacer un camino común; a cada uno le incumbe la urgencia de comenzar a amar. Quien piense que no tiene necesidad de los otros se quedará en la soledad de una vida sin amor; quien se pone a aprender del otro y se hace mendigo de amor construye vínculos de paz y hace crecer a su alrededor la comunión con todos. Esto expresa ya de algún modo qué grande es la fatiga que supone amar: si tuviéramos que tener en cuenta el vasto mundo de las relaciones humanas, la evidencia del fracaso del amor aparecería hasta inquietante. Aunque ha sido hecho para amar, parece ser que el hombre no es capaz de hacerlo; aunque ha sido originado por el amor, parece ser que ya no es capaz de suscitar amor. ¿Quién hará al hombre capaz de amar? Nos volvemos capaces de amar cuando nos descubrimos amados previamente, envueltos y conducidos por la ternura del Amor hacia un futuro, un futuro que el amor construye en nosotros y para nosotros: hacer este descubrimiento es creer y confesar la Trinidad del Dios cristiano.
La fe viene a escrutar en las profundidades del misterio, en la escuela del santo relato de la cruz y de la resurrección del Señor, el eterno manar del Amor en la figura del Padre, principio sin principio, gratuidad pura y absoluta, que da comienzo a todo en el amor y no se detiene ni siquiera ante el doloroso rechazo de la infidelidad y del pecado. Y junto al eterno Amante, la fe cuenta del Hijo, el eternamente Amado, que con su vida en la carne, vivida en obediencia filial, nos hace capaces de pronunciar el «sí» de la fe a la iniciativa de la caridad de Dios. Junto con el Amante y con el Amado contempla la fe la figura del Espíritu, que une a ambos con el vínculo del Amor eterno y, al mismo tiempo, les abre al don de sí, al generoso éxodo de la creación y de la salvación: el Espíritu Santo, éxtasis de Dios, viene a liberar el amor, a hacerlo siempre nuevo y radiante”… 
B. Forte, En memoria del Salvador, Cinisello B. 1992, pp. 175-182, passim.
  
Para rezar

Creemos en Dios, creador de la vida,
quien sostiene lo creado y lo guarda de la destrucción;
que nos manda a trabajar, mantener y enriquecer la creación;
que nos llama a una vida
obediente, sirviéndole, en medio de la gente;
que nos guiará en medio de los conflictos de este
mundo; que por su Espíritu Santo congrega a los cristianos
y sostiene a su Iglesia y la renueva
para que sea una comunidad ejemplar entre los hombres;
que en Jesucristo nos salva; que
en él nos muestra la persona nueva,
que ama y vive por los demás sirviendo hasta el sacrificio;
que no tolera la injusticia ni la hipocresía
y nos libra de caer en ellas; que nos juzga y nos corrige;
que nos da poder para luchar en medio de la adversidad y el peligro;
que levanta: personas en todas las épocas
para luchar por un mundo de amor, justicia y paz; que nos
libra del odio en medio de la lucha;
que cada día nos anticipa la esperanza
de su reino de amor, que viene. Amén.


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